Foucault para encapuchadas es un libro que no busca la reseña, ni siquiera busca el reconocimiento del autor, ya que, siguiendo la idea de Michel Foucault, propone un anonimato bajo el pseudónimo de Manada de Lobas, refiriéndose así al conjunto de personas que confeccionan la obra. Este libro busca convertirse en un manual para la lucha diaria con los pensamientos que surgen en los diferentes sujetos que componemos el mundo actual. Lo que busca es llegar a aquellos que son capaces de detectar la imperante heteronorma, que nos va dando forma con el paso del tiempo, nos induce en ese binarismo embrutecedor de masas y nos introduce al capitalismo hostil. El objetivo es que estos individuos lleguen a ser capaces de renunciar a ella y proponer diferentes caminos por los que desviarse de la norma establecida. Por todo esto, lo que se pretende con el libro es crear una conciencia de destrucción del sistema, puesto que no pretende una aceptación o una inclusión positiva de los colectivos desfavorecidos, sino que opta por construir un nuevo sistema que haga justicia a cada sujeto participante. No se quiere jugar dentro del juego, se pretende cambiar el juego.
El libro se basa en grandes pensadores como el ya mencionado Michel Foucault,o como Beatriz Preciado, Judith Butler, Paco Vidarte, entre otros. Se puede decir que se trata de un libro basado en fundadores de discursividad y que, además, se proclama fundador de discursividad.
El primer capítulo a analizar es Deseo como máquina de guerra - Fugar [pág. 39-51]
El texto comienza con este texto de Paco Vidarte de su obra Ética marica:
Las maritrans, de pequeñas,cuando se les pregunta qué quieren ser de mayor, deberían todas responder: “Quiero ser bollera, maricón, transex. Quiero llegar a convertirme en un sujeto político real, capaz de intervenir en la sociedad desde mi ser lesbiano. Me importa una mierda si, luego,la inercia de las cosas me lleva a ser bombero o DJ: esto es accidental. De mayor me encantaría llegar a la plenitud y vivir solidariamente la marica que llevo dentro. Si en algún momento de mi vida olvido esto y me convierto en taxista con prácticas sodomitas, en abogada come chochos, en bombero travesti y acabó pensando que mi vida sexual es privada y que lo verdaderamente socializable y público es todo cuanto depende de familiares, entonces habré dejado en la cuneta a la lesbiana marica estupenda que aún no soy pero me encantaría llegar a ser de mayor”.
Como se puede ver el capítulo empieza con fuerza. Lo que viene a mostrarnos es la evolución del término queer desde sus inicios hasta como lo conocemos hoy en día. También hace un reflexión sobre cómo las fuerzas del Imperio del Heterocapitalismo absorbe en su beneficio la diversidad y la subjetividad, que cada día, crece más.
El inicio de la Teoría Queer se da no como una teoría sistemática, sino que, por el contrario, se convirtió en la denominación de un ámbito crítico que surge de la mezcla del pensamiento postestructuralista en el concepto del feminismo radical. Por tanto, se trata de una respuesta a las políticas identitarias y de normalización del movimiento LGTB. Por lo que un sujeto queer es aquel que se siente identificado con la idea de no seguir esa corriente de normalización, es decir, de no buscar una heteronormalización, sino de ser capaces de romper con este sistema impuesto. Esta idea se basa en varias ideas de grandes pensadores. De Foucault se absorbe que el poder no se limita a reprimir sino que también construye y modela al sujeto con prácticas y discursos anclados a la cotidianidad. Que más tarde se refuerza con el pensamiento de Monique Wittig, en el que se dice que el planteamiento heterosexual se basa en un régimen político que crea interpretaciones totalizadoras de todos lo ámbitos de la vida con tendencia ser universalizados, haciendo que el diferente quiera ser igual. También, Teresa de Lauretis aporta información, que enlaza con la reflexión de la anterior autora, puesto que concluye que al autodenominarse bajo alguno de estos conceptos construidos por el sistema heterocapitalista (como puede ser el hecho de definirnos como hombre o mujer) hace que asumamos ese sentido para el que han sido concebidos, dejando de lado nuestro propio Yo para dar continuidad al imperio. Finalmente, Judith Butler, termina la reflexión con su idea de que observamos como natural a las conductas asimiladas por los sujetos que en realidad no responden a su naturaleza si no a la imposición de conceptos. Lo que intenta mostrarnos es que llegamos a un estado de efecto-ilusión de lo natural.
Por todo esto, lo que pretenden las queer es resistirse a la norma y a los modelos de asimilación heterocapitalistas para poder analizar cómo llegamos a ser lo que somos, puesto que no se trata de liberar al ser, sino de poder conocerlo. Entonces, la pregunta es ¿cómo llegamos a ser queer? Lo que se plantea es que el devenir del Yo no está guiado por identidades, sino que somos lo que podemos. Y si somos lo que podemos, el Yo se descubre a través de la experimentación consciente y segura, para la deconstrucción de la norma. En conclusión, los sujetos acabamos construyendo el Yo bajo el pensamiento freudiano de la falta como potenciadora del deseo, argumento altamente explotado por el marketing, para beneficio del sistema imperante. Además, dice que al final acabamos siendo el resultado de lo que hacemos con lo que hicieron de nosotras. Por ello este capítulo finaliza con la reflexión nuevamente de en lo que ha terminado significando el concepto queer en la actualidad. El análisis del término nos permite ver que cuando salió de los países angloparlantes perdio muchisima fuerza y significación, puesto que no se entiende la raíz terminológica, ya que queer surge como insulto hacia el colectivo homosexual y fue reconvertido en una enunciación política. Finalmente, se ve cómo ha llegado a ser aquello que quería erradicar, es decir, se ha convertido en un concepto que ayuda a la normalización heterosexual. Reivindica que queer es aquel que se encuentra dentro de una minoría sexual radical compuesta por disidentes sexoafectivos, de desobedientes y objetoras de género que tienen la capacidad de articular prácticas fuera del sistema.
El segundo capítulo es Carta abierta a aquel que sin dudar dice: “Soy heterosexual” - Fugar [pág. 61-65]
En el nos encontramos con dos fragmentos, el primero es de Michel Foucault, el segundo de Monique Wittig. Estas partes de sus pensamiento ayudan a la introducción del tema de este capítulo. Ambos intentan hacernos ver que el sistema heterosexual capitalista nos impone ciertas creencias binarias en las que se fundamente la vida, por lo que es mejor intentar ser homesexual, ya no como orientación sexual, sino como orientación de pensamiento. Los textos en sí son:
El problema no es descubrir en sí la verdad de su sexo, sino servirse, desde ahora, de su propia sexualidad para accederá una multiplicidad de relaciones. Y es sin duda ésta la verdadera razón por la que la homosexualidad no es una forma de deseo, sino algo deseable. Debemos empeñarnos en devenir homosexuales y no obstinarse en reconocer que lo somos. El problema de la homosexualidad tiene como desarrollo último el problema de la amistad. - Foucault
Esta tendencia a la universalidad tiene como consecuencia que el pensamiento heterosexual es incapaz de concebir una cultura, una sociedad, en la que la heterosexualidad no ordene no sólo todas las relaciones humanas, sino su producción de conceptos al mismo tiempo que todos los procesos que escapan a la conciencia. - Wittig
Después, se nos plantea la pregunta ¿Alguna vez discriminaste a alguien por heterosexual? Frente a esta pregunta hay tres formas de respuesta; sí, no y nunca me he planteado esa pregunta. En el tercer caso, pide calma, ya que esto significa que aún queda un largo proceso de deconstrucción del régimen político heterosexual, pero hay cura. Lo primero que recomienda es empezar a pensar que la construcción sexuada de los animales no es algo natural sino una imposición de conceptos. Puesto que, el sistema binario del lenguaje y en los ámbitos social se trata de de etiquetas que nos autoimponemos y nos impone la sociedad por el peso de la costumbre. Lo que realmente hacen estas etiquetas es limitar a los sujetos a la significación de las mismas para seguir alimentando el sistema de capitalismo global integrado heterosexual y mantenerlo con vida.
Esto en cuanto a la parte psicológica, pero también nos limitamos en la parte física con estas etiquetas. Cada parte de nuestro cuerpo dependiendo del sexo que ponga en nuestra etiqueta tiene una significación u otra, es decir dependiendo de si eres mujer o hombre una parte del cuerpo puede cumplir una función diferente. Por tanto, el sistema dota a cada parte de nuestro cuerpo una única función heterosexuada haciendo la clasificación que más le convenga de cada órgano del cuerpo. Un claro ejemplo de esto son los órganos reproductores convertidos en órganos sexuales (el pezón femenino por ejemplo). Con esto lo que se quiere manifestar es que cuando un sujeto se sale de los estándares de normalidad por ejemplo en la obtención de placer pasa a ser catalogado como un desviado o un pervertido, que es lo que pasa con el colectivo LGTB, pero sucede con otras muchas cosas como, por ejemplo, el fetichismo de los pies o el sadomasoquismo. Lo que pretende este capítulo es una reflexión para acabar con la queja y empezar a construir mecanismos de destrucción de estas construcciones limitantes.
Tras finalizar la lectura y la interpretación condicionada por el saber imperante, nuestra opinión es que estos capítulos se centra en dos ideas básicas que son el control del individuo a través de las etiquetas del lenguaje, es decir, el pensamiento de Michel Foucault. Este autor nos dice que hay una lucha continua entre saber y poder, y que para mantener el poder se establece una verdad creada por un grupo que ostenta el poder y le otorga el papel de universal. Por lo que basándose en esta verdad empieza el orden de la realidad, la cual organizamos a través del lenguaje. Se define lo normal y anormal, el bien y el mal, lo natural y dado o lo cultural y creado, y así sucesivamente. Para reforzar este poder se crea el sistema de educación mediante el cual se sigue un proceso de normalización del individuo que ayuda al sistema a numerar y controlar a los sujetos para que cumplan su rol social. Por lo que para Foucault lo normal tiene poder sobre lo anormal, es decir, no hay explotación, hay EXCLUSIÓN. Y esta exclusión la sufren los grupos marginales de anormales que tienen una libertad ética que cuestiona el orden del sistema y hace que las relaciones de poder varíen por resistencia.